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martes, 3 de febrero de 2009

La última hora del Sol

La AM de su marido se volvió muy moleste, impidiéndole leer tranquila su libro. Lo cerró y suspiró.
Miró hacia la ventana; la llanura parecía muy distinta a antes que se sumerja en el libro.
Había pasado toda su vida en el campo pero sólo últimamente llegaba a apreciar su belleza.
La llanura se bañaba en un oro rojizo mientras el día y la noche se fusionaban en un mismo instante.
En una esquina al rojo vivo, el Sol entregaba sus últimos rayos mientras que en la otra esquina la Luna comenzaba a encenderse en un cielo que no había oscurecido todavía.
La última hora del Sol siempre es la más bella pensó.
Bajó la ventana para sentir la brisa que anunciaba la llegada de una fría noche. A lo lejos, se encontraba aquel árbol en el que había pasado casi toda su infancia.
Vio que su marido se había quedado dormido.
Salió de la casa y caminó con dificultad hasta aquel árbol. Se sentó mirando al Sol y sintió como la luz acariciaba su piel, la rejuvenecía, la llevaba a momentos pasados. Recordó todas las tardes jugando allí, el día que tuvo su primer beso con aquel muchacho que ahora era su esposo; su corazón volvió a latir como en la infancia, con una increíble fuerza.
El Sol cayó y ella ya no sabia quien era. Se había perdido en la luz, hundido en la tierra, volado con la brisa hacia aquel lugar del que todos venimos pero no recordamos.
Y luego de 4 segundos, ella era el Sol que nacía, la brisa de la mañana y una flor que abría, del otro lado del mundo. 24/09/08

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