b r a i n s t o r m s

a h o r a l e d i c e n p r o s a

jueves, 28 de enero de 2010

Negro

Un susurro en el fondo de las calles empedradas indica que todavía hay vida en esta ciudad.
Las colinas parecieran darle el movimiento que tanto escasea. Desde donde no se ve se escucha un
paso lento, pateando hojas, sin apuro, sin noción del tiempo. Va agrandándose y acercándose hacia mí una sombra tambaleante. El cuerpo más oscuro y opaco que he de ver, solo el fuego de su cigarro brilla. Y a su paso los árboles se arquean como las espaldas de un pobre viejo artrósico, las hojas se secan, y las luces parpadean. Cada vez está más cerca y mi corazón comienza a acelerarse. Esta más cerca y ahora mis manos tiemblan. Decido alejarme, pero mis pies no responden y me petrifico frente a él. Sobre su cara se ve una mueca que parece decir más de la vida que cualquier libro que puedas encontrar. Está a diez pasos de distancia y decide caminarlos lo más lento posible. Mientras yo trato de despertar mis piernas y correr de ahí, el tiempo desacelera. Y a dos pasos lentamente levanta su cabeza y me mira a los ojos. Un fuego comenzó a trepar sobre mis piernas y miles de dentaduras comían mi espalda. Sus ojos eran opacos, yo no estaba en su reflejo.